Por Rosa Alonso.
Desde las 7.45h que caminaba por la calle. Ya, sin miedo. No sabía si, mientras daba pasos, esperaba la aparición de Batman, o si, por otro lado, esperaba leer en el periódico una revolución en algún país árabe. Y seguía sin miedo.
Durante más de 10 meses había optado por mantenerse al margen. Necesitaba tomar perspectiva y verlo todo con otros ojos. Había optado por no asistir ni a lunches, ni a cenitas, ni a jornadas de “másdelomismo”, actos de “québuenossomos” o charlas de “notenemosabuela”… había optado por ir leyendo las memorias, documentos, noticias, debates o propuestas que le llegaban de sus contactos, pero siempre al margen. Con mirada distante.
Cuando tomó esa decisión, se había instalado en la decepción. En la frustración.
Una frustración provocada por ver que el verdadero cambio, la verdadera evolución, no dependía de qué hacía esta corporación oportunista, de la parafernalia del gobierno “megatopeimportante” o la multinacional trasgresora de turno. Veía que el verdadero cambio, el sustancial, dependía del ser humano. Lo sentía.
Cada vez que hablaba con alguien del tema, se reafirmaba.
Sabía que el primer paso era ese. Justamente. El cambio individual. Un cambio íntimo, que huyera de vanidades, avaricias, egocentrismos o perezas. Un cambio individual que se trasladara a su entorno. Y, de ahí, a todos los entornos. Exponencialmente.
Cuando se sentó en el primer bar donde pudo coger un periódico, lo leyó. Y pensaba… ¿con qué derecho exigimos a las organizaciones de todo tipo que adopten medidas drásticas de cambio, si ni el que tengo justo a mi lado se para a pensar en que la bebida que toma está fabricada siguiendo patrones sostenibles o responsables?, ¿cómo explicamos que las organizaciones, hasta las no lucrativas, se están instalando en el conformismo y en las rutinas?, ¿la gente sigue prefiriendo vivir en la inopia?... y, en definitiva, era el periódico que leía el que le producía rechazo. Hubiera escogido el periódico que hubiera escogido, todos eran iguales. Cada uno, se debía a sus anunciantes o a sus consejos editoriales y ya ni se creían lo que predicaban. Les daba igual. Lo que contaba era vender periódicos. Ya no contaba ni el chantaje, ni la función social que desarrollaban.
Después de pagar el 1,20€ por su café, empezó a caminar y se propuso ese descanso. Con una fecha límite. Después volvería…
…
Y esa fecha llegó. Es hoy. He vuelto.
Y he vuelto fuerte. Acompañada, con un@s amig@s, con perspectivas diversas y openminded.
Pero lo más relevante, es que sigo sin miedo.
Y eso, justamente eso, es lo que me hace imprevisible.
Que sepáis que me veréis. Y me oiréis. Donde me inviten, estaré.
Sin miedo a decir lo que creo. A contrastar con quien haga falta lo que sé que hará girar la rueda. Ya no tengo miedo a explicar lo que he aprendido de tantas fuentes. Y es que ya no tengo tiempo, ni ganas de perderlo. Y mi hígado y mi acupuntora lo agradecerán.
Mi objetivo, ahora, ya no queda en el “look”. No soy peluquera.
Mi objetivo, ahora, queda en las personas y en las organizaciones que quieran, de verdad, hacer “el cambio”. Un cambio “directo a la llaga”. Sin rodeos ni contemplaciones.
Un cambio que no se quede en la confección de un documento, o dos, o veinte.
Es mi RESPONSABILIDAD.
This is strongly back
Enviado por
ROSA ALONSO I MARTÍNEZ
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lunes, 7 de febrero de 2011
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