Por Rogelio Oré. La corrupción empresarial o política es un tema muy trillado; la corrupción en general. Pero su cotidianidad no debería implicar su resignada aceptación; nuestro arrinconamiento a respuestas cuasi cínicas del estilo: “todo el mundo lo hace”. Como si cada quien debiese quedarse tan pancho o pancha ante situaciones que -queramos o no- terminaran afectando nuestro entorno. Cada nueva noticia que leemos en los diarios al respecto debería constituir una razón más para frenarla; para no dejarse avasallar por esa práctica que impregna desde oficinas gubernamentales hasta despachos empresariales.
Una característica singular de la corrupción empresarial en España es que parece anodina, irreconocible. Al contrario de la corrupción política que tiene rostros y nombres propios. Jesús Gil, Julián Muñoz, “el Bigotes”. El uno porque fue presidente de un club de fútbol; el otro porque se ligó a una famosa “cantaora”; el tercero por sus amistades políticas o lo que fuera. El caso es que cuando se habla de corrupción política las personas están bien identificadas, pero las personas corruptoras parecen seres fantasmales, casi inexistentes.
Si hay personas corruptas, las hay corruptoras; así de simple. Pero la prensa y las piedras se lanzan sobre los primeras. "Ni personas corruptas, ni personas que corrompan. Tolerancia cero contra la corrupción en la política y en la empresa", señaló muy contundente el Presidente de la Generalitat de Cataluña a raíz de los sucesivos y vistosos casos de corrupción que se dieron el pasado año en su jurisdicción. En un discurso realizado el 07.11.2009 ante la presencia de importantes empresas, muchas de ellas constructoras, Montilla pidió su complicidad “para ir más allá de la ley en el cumplimiento de las buenas prácticas y la transparencia. La sociedad demanda a las instituciones pero también a las empresas, regeneración moral y ética”.
El mismo mes la organización Transparencia Internacional informó que España perdió cuatro puestos en el ranking de los países menos corruptos cayendo del Nº 28 al 32, poniéndose detrás de naciones como Emiratos Árabes Unidos o Chile. También el diario El Mundo (01.11.2009) informaba que la corrupción política en España había captado en los últimos 10 años, y en tan sólo 28 casos, 4.158 millones de euros, según las memorias de la Fiscalía Anticorrupción y de otros procedimientos abiertos en diferentes Tribunales Superiores de Justicia.
Aparte de ser legalmente, éticamente y moralmente intolerable, la corrupción es un desastre económico para la sociedad. Las pérdidas económicas derivadas de esta actividad son increíblemente altas. Solo para dar un ejemplo y tomando como base la cifra estimada para el caso español anteriormente citado, diremos que con esa cantidad monetaria hubiera sido posible otorgar un micro crédito de unos 1.000 euros a los más de 4 millones de personas sin trabajo que España registró el pasado mes. Serviría para alimentar durante siete años a los 1,5 millones de criaturas que fallecen anualmente por desnutrición en todo el mundo.
¿Corrupción política? o ¿Política de la corrupción?
Enviado por
Rogelio Oré
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miércoles, 28 de abril de 2010
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