Por F. Xavier Agulló. Históricamente todas las dictaduras, de izquierdas o de derechas, han basado su justificación e intento de legitimación en la seguridad colectiva por encima de la libertad individual: la Alemania nazi, la Rusia de Stalin, la China de Mao, la Camboya de Pol Pot, la Tailandia de la Junta Militar o la España de Franco. Todavía hoy en día en España podemos escuchar sandeces como "esto con Franco no pasaba".
Pero no dejaban de ser casos aislados en medio de un mundo que caminaba hacia la democracia y la libertad individual. Pero desde el 11-S eso cambió, ahora estamos camino de una dictadura mundial donde se intenta convencer al propio pueblo que renuncie a sus derechos en pro de una seguridad contra el terrorismo que deja, como mínimo, muchas dudas por el camino (no sé tú, pero personalmente no tengo para nada claro a quién beneficia esta omnipresente figura de Bin Laden, promovida por Occidente con fines algo oscuros, como la manipulación de las sociedades islámicas y, a su vez, las occidentales).
Y lo vemos claramente con los escáneres corporales en los aeropuertos. Aunque en algunos casos como en Italia dichos escáneres han sido manipulados para no mostrar la desnudez de las personas usuarias de los aeropuertos, en otros países no ha sido así, y la alternativa de momento voluntaria es un cacheo corporal intrusivo (que incluye el toqueteo de genitales). Y mientras se arma esta cortina de humo exagerada con el usuariado de un aeropuerto, en la zona de cátering o la de acceso del personal a pistas, las medidas de seguridad son exactamente las que los Estados creen que debe ser, es decir, nula: cualquier camión, cualquier persona, puede acceder a las instalaciones sin escáneres corporales ni cacheos intrusivos, simplemente les basta un pase.
¿Por qué pues este celo en seguridad de cara a la galería y el nulo control tras el telón? Porqué a los Estados sólo les interesa despertar el miedo entre la ciudadanía, para que ésta se convierta en ciudadanía-rebaño. Históricamente el Estado del Bienestar se ha basado en transmitir un mensaje de libertad y felicidad, donde al final de una vida activa de trabajo las personas pueden disfrutar de una 'jubilosa' jubilación. Para conseguir la adhesión de la ciudadanía, el mensaje siempre ha sido positivo: la libertad nos lleva a a felicidad.
Pero lo cierto es que desde el 11-S el mensaje se ha vuelto al revés: la seguridad nos lleva a la felicidad. No sé tú, pero personalmente no conozco ninguna de las anteriores dictaduras mencionadas que proporcionaran finalmente felicidad, por algún motivo de hecho llegaron a su fin en algún momento.
Ahora pues no es un mensaje positivo, sino el miedo, el que se vierte como argumento para llegar a una mayor felicidad, a través de una hipotética seguridad. Debo apuntar que hay colectivos de opinión tan legitimada como la de los pilotos de avión que dudan de la verdad contada del 11-S, lo vemos por ejemplo en Pilots for 9/11 Truth. Como este, tantos otros colectivos.
A alguien le pudiera parecer banal el tener que pasar por unos escáneres corporales en los aeropuertos, pero el plan de negocio de quienes los fabrican incluyen estadios, escuelas, estaciones de tren, de autobús, etc. Vamos pues camino de un Estado policial mundial basado en el miedo.
El mensaje de trasfondo pues, no es para nada banal: es la eclosión de un nuevo tipo de 'liderazgo', el de la seguridad basada en el miedo versus la libertad basada en la felicidad. Podemos ya llegar a cuantificar sin errar en demasía que un 85% de la ciudadanía se ha convertido a esta nueva religión, por seguridad dicen, mientras que sólo se atisban síntomas de rebelión en un escaso 5% de la población, contado con generosidad. El resto, estaría a medio camino.
Cada vez interesa más una población no empoderada, una ciudadanía que no piense por si misma para que no pueda decir 'no' a algo, que es lo que significa empoderamiento. Los mass media nos atontan, nos distraen de la realidad, nos infunden el miedo que las nacientes dictaduras occidentales están promoviendo.
Empezamos a ver atisbos de rebelión, por ejemplo en el mundo islámico (norte de África y Oriente Medio), pero por ahora parece que Occidente sea el paraíso prometido en Un mundo feliz de Aldous Huxley. Si de algo debería servir la Responsabilidad Social es para empoderar la ciudadanía, hacerla más activa y capaz de decir 'no', pero por el contrario la RSC se ha convertido en una herramienta más de manipulación social.
Nos dicen que sin seguridad no hay felicidad... pues yo afirmo que sin rebelión no habrá felicidad alguna, y el cambio de Era se acerca, y tiempo al tiempo ese 5% será cada vez mayor. Sólo con una sociedad guiada por el Amor Universal llegaremos a un estado de felicidad, para lo cual es necesario desarticular todo este estado basado en el miedo. En este mundo no pueden mandar los poderes fácticos, sino la ciudadanía. El Estado-nación de Hobbes y Rousseau debe desaparecer, para devolver la soberanía al pueblo. Este es el nuevo paradigma de lo que nos espera en los próximos años, no lo dudes.
Mientras tanto, a mi que no me toquen los genitales. ¿Y tú? ¿Eres rebaño o eres libre?
La manipulación social después del 11-S: no me toque los genitales
Enviado por
F. Xavier Agulló
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lunes, 14 de marzo de 2011
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1 Comentarios:
Gracias, Xavier, por el post. Pienso que para evitar que nos toquen los genitales o, lo que para mí es lo mismo, sabernos defender del miedo instintivo, hemos de saber que, como herederos de la animalidad, podemos encontrar varias formas de reaccionar ante el miedo: huir, luchar, inmovilizarnos o someternos. Los seres humanos, además, se supone que como tales debemos desarrollar otras estrategias más allá de la reacción instintiva de autoprotección. Para ello tenemos que trascender el miedo o incluso anticiparnos a él. Aunque lo habitual sea reaccionar ante el miedo, la rebeldía o empoderamiento consistiría, a mi entender, en una proactividad valiente y confiada. La confianza siempre entraña sus riesgos y hay que ser valientes para confiar. Del mismo modo, sólo desde la confianza se puede construir responsabilidad social, porque si nos responsabilizamos como consecuencia del miedo a la crítica y denuncia social, ésta será reactiva y será más bien una protoresponsabilidad defensiva, pero no una auténtica responsablilidad. Afortunadamente, aquella es la que está en crisis, porque cuando uno se caga de miedo empieza a oler muy mal y el mundo ya huele que apesta. Espero que todos tengamos buenas narices para detectarlo y comenzar a confiar en el aroma del cambio, como está sucediendo en el mundo árabe. Esta confianza, como ya sabéis, no proviene de instituciones políticas ni religiosas sino desde donde gritaban los jóvenes cairotas: Hurriya!, es decir, la libertad!
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