Por Rogelio Oré. Conocí a Sami Nair en una conferencia sobre inmigración el año 2002, en Madrid. En aquel tiempo la Moncloa enfocaba el fenómeno social más como problema que como oportunidad. Esa actitud calaba en las encuestas, donde la ciudadanía percibía la inmigración como uno de los principales problemas de España. Lejana estaba nuestra actual crisis que vino a reubicar las prioridades y establecer el paro y los problemas de índole económica como los centrales a resolver, según el último sondeo de octubre que publica el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
En aquellos años, cierta prensa exacerbaba el tema colocando en primera plana las pateras de gente africana huesuda que arribaba a las costas. Destacaban las fotos de estos parias como si la inmigración fuera ese pequeño trozo de realidad y no un proceso complejo, amplio y con múltiples aristas. Ese era el contexto en el que Nair bregaba y ese el auditorio que escuchaba reticente su conferencia; como cuando pedía hablar menos de “choque cultural” y más de encuentro. O cuando sugería menos alboroto y mejor gestión de los permisos selectivos; que en determinados casos era necesario facilitar la venida de personal calificado, como hizo Francia con médicos argelinos. Esas propuestas de aquel eurodiputado y profesor de Ciencias Políticas sonaban ciertamente osadas. Tuvieron que pasar cinco años, para que se le tomara en serio y sus planteamientos cobraran reelevancia.
El concepto del Codesarrollo tienen que ver con mentes como la de Nair, pero también con un escenario incuestionable e impostergable. Bajo el esquema del Codesarrollo se entiende que las migraciones internacionales pueden tener efectos económicos, sociales, políticos y culturales muy positivos, tanto en la sociedad que acoge como en la que despide. Bajo esta premisa las migraciones constituyen una oportunidad para el desarrollo de ambas sociedades. Es pues, una magnifica propuesta para afrontar el reto de la inmigración con visión holística. Una oportunidad para aprovechar la multiculturalidad como motor económico en ambos sentidos. Una oportunidad de ocio y de negocio; de enseñanza y aprendizaje.
Pongamos un ejemplo concreto: las remesas periódicas que la inmigración envía a familiares en sus países de origen van más allá de ser regalos o paliativos. Constituyen una fuente de divisas que los gobiernos consideran seriamente y que dependiendo del país puede constituir un porcentaje considerable de su PBI; como en el caso de Honduras, donde según el Banco Mundial, se acercaba al 25% en el 2008. “Hoy, cuando los países en desarrollo del mundo enfrentan fuertes bajas en su financiamiento e inversión en medio de la crisis financiera mundial, crece la convicción de que las remesas son una fuente importante de financiamiento para el desarrollo”, dice Dilip Ratha, economista del Banco Mundial. En España ya los bancos y cajas más importantes han detectado este “nicho” de mercado y se han lanzado al negocio, hasta hace poco monopolizado por pocas e inexpertas empresas.
Finalmente, los planteamientos deben traducirse en acciones concretas y sobre todo: éticas. Recientemente, en un evento en Casa América de Catalunya, sugerí a Oriol Amorós -Secretario de Inmigración de la Generalitat- que la esfera política debería afinar los mensajes y enfoques sobre inmigración; de manera que se perciba un planteamiento sólido y menos ambiguo. No se puede afirmar un día la gran contribución que representa el colectivo de inmigrantes en la natalidad o la fuerza laboral y al otro: que sobran. Como lo hizo el año pasado el partido político Convergència i Unió (CiU) en las estaciones de metro de Barcelona: “En Catalunya no caben todos”. Es hora de una política integral y sensata; de una gestión pragmática y desapasionada. Se requiere un enfoque win-win, donde nadie tenga que perder y donde la crisis se convierta en un sinónimo real de oportunidad.
Codesarrollo y coherencia
Enviado por
Rogelio Oré
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martes, 10 de noviembre de 2009
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