Por Alexandra Millán. Nuestra sociedad se caracteriza por la rapidez del cambio y del incesante crecimiento tecnológico. Vivimos en las profundidades de la sociedad del nanosegundo, donde el reloj se ha convertido en un complemento imprescindible. Nos alimentamos de segundos. Al salir de casa para ir a trabajar miramos la hora y contamos los segundos que nos hacen falta para llegar al estacionamiento con el ascensor, poner la llave en el contacto, abrir la puerta con el mando a distancia, subir la rampa, un segundo para mirar que no pase ningún peatón, 20 segundos en el semáforo... y cuando el de delante tarda un segundo más de lo previsto en arrancar... ¡piiip! ¡cornetazo!
Las consecuencias no son baratas. Nacen nuevas enfermedades: la gripe del yuppie, hoy en día llamada fatiga crónica, detectada en personas de entre 20 y 40 años con alto grado de estrés laboral, y que termina por reducir la capacidad de trabajo de la persona en un 50%.
El “síndrome de la felicidad aplazada” (deferred happiness syndrome), que sufre el 40% de las personas de países desarrollados, se caracteriza por la angustia de no tener tiempo para cumplir con las obligaciones, con lo que la persona pospone ocio y descanso.
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