Por F. Xavier Agulló. Estas últimas semanas estamos recibiendo por activa y por pasiva avisos de lo cruda que va a ser la crisis para España. La Comisión Europea apunta para este país un paro de hasta el 19% para 2010, es decir, una de cada 5 personas sin trabajo.
El paro en España es algo estructural, de hecho en los años 80 ya era un problema para la política cuya prioridad era declarada. En esa década se produjo la entrada de España en la UE. Parecía que nuevas recetas podía introducirse en las políticas económicas del país. Parecía que la responsabilidad podría imponerse entre la clase política a la hora de asumir sus funciones.
Se buscaba masacrar esta lacra del desempleo, y se encontró una vía fácil, la que iba a generar empleo, a la vez que riqueza empresarial, a la vez que ingresos para los municipios,... pero también a la vez que financiación para los partidos políticos y para otros bolsillos más particulares.
Se encontró la gallina de los huevos de oro: la construcción y el sector inmobiliario. Y la receta duró años, y las excusas para insuflar "proyectos construibles" no pararon: Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, Exposiciones Universales de Sevilla y Zaragoza (1992 y 2008), obras mastodónticas en Madrid y Valencia, el turismo de segunda residencia, etc. Todo eran alimentos para el sector de la construcción.
Ello atrajo más que a ningún otro país de la UE personas extranjeras para trabajar en el sector. En muchos años se construyeron más viviendas en España que en la suma del resto de grandes países juntos. El PIB per cápita incluso ha llegado a superar el italiano a las puertas de la recesión económica, y acercarse al francés. España ha pedido una silla en el G8, el G20 o donde fuera, con la excusa de "miren ustedes que PIB que tengo,¡somos importantes!",...
Durante este tiempo se han amasado las grandes fortunas. Es cierto que alguna ha sido en sectores que han buscado la internacionalización, como el caso de Amancio Ortega, propietario del grupo Inditex (Zara), pero en la mayoría de casos el gran poder se ha trasladado a las constructoras, a menudo con nombres y apellidos, hasta el punto que la primera energética del país, Repsol, está en manos de una constructora.
En todo este cuento de hadas no habría ningún lobo si no fuera porqué esta política económica estaba basada en un único argumento: la especulación, justamente lo que ha hundido otras economías, aunque en su caso en el sector financiero, y no con tanta intensidad.
Curiosamente en uno de los países con uno de los sistemas financieros más fuertes del mundo, la especulación también ha tenido su huequito... pero en la construcción.
Todo ello podría responder a dinámicas de mercado y podríamos luego simplemente llorar a la espera de tiempos mejores. Pero es que ha respondido a una política económica con la que ha congeniado la clase política de todos los colores: rojo, azul,... amarillo, violeta e incluso verde.
En estos días se habla de todo, los dos principales partidos políticos se lanzan dardos envenenados pidiendo dimisiones... Pero alguien debe recordarles que durante 20 años todo el mundo político ha jugado a las mismas cartas.
Ante la oportunidad que brindaba la entrada en la UE, y nuevos panoramas, se podía invertir en formación de recursos humanos calificados, fomentar la I+D+i, ayudar a internacionalizar las empresas, modernizar estructuras productivas, apostar por un turismo de calidad dejando atrás el turismo de paella, cerveza y playa, cuidar el medio ambiente como uno de los grandes activos que tenía este país,... en fin, eran tantas las opciones que se me hace difícil imaginar como ninguna de ellas se sospesó como alternativa al monocultivo especulativo de la construcción.
Todo el mundo salía ganando con ello. Pero era de recibo que un día u otro iba a deshincharse el globo, pues de sobras era sabido que el globo no volaba con helio, sino simplemente por los fuertes vientos que soplaron al son del bienestar de la economía mundial y los generados con las potentes turbinas ventiladoras del sector de la construcción.
Y esa misma clase política se reúne hoy en una comisión estatal de RSC desde cuyo púlpito pretende dar lecciones de responsabilidad a los agentes sociales que la forman. ¿Cuál es la legitimidad de esa clase política que durante años apostó por el "monocultivo" abandonando el resto de sectores productivos y ahora nos pide responsabilidad social?
Sólo un gobierno de tecnócratas sin filiación política podría evitar ya que este país se convierta en un desierto. Sólo la exterminación de la clase política, o su reciclaje (para no tirar nada seamos socialmente responsables y reciclemos) hacia otros intereses, nos puede salvar.
Espero que su último suspiro no sea un plan de rescate para el sector de la construcción, que tiene que ser importante, pero no el primero (y menos el único). La RSC aplica a todas las profesiones, también la política y el sector público. Pues para hacer lo que han hecho, incluso en las pizarras de parvulario se podía diseñar esta política económica.
Política y construcción, el tándem que hundió España en la miseria
Enviado por
F. Xavier Agulló
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martes, 20 de enero de 2009
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1 Comentarios:
Yo no entiendo mucho de RSC, pero ese articulo, más o menos, lo he entendido. Habla de como nos hemos arruinado por querer ser indecentemente ricos. ¿Donde está esa supuesta riqueza que se generó durante todo este tiempo? La realidad es que entre los políticos trasnochados y vividores, los desalmados gurús financieros y sus rocambolescas propuestas, los "audaces aventureros" de la especulación y la colaboración inestimable de nuestras almas candidas y nuestras panzas sobredimensionadas han dado como resultado el panorama actual. Y aún pretenden hacernos creer que saben como arreglarlo. ¡Por Dios, que no toquen nada...! Que dejen hacer a la Naturaleza que ha demostrado a lo largo de millones de años que sabe mejor que nadie que hacer en estos casos. Nosotros podemos, mientras tanto, recurrir a la vieja formula de echarle sentido común a la vida, una pizca de humildad, un mucho de solidaridad, grandes dosis de comprensión, paciencia a toneladas, alegría y gratitud por lo que se tiene y una cucharadita de los valores que están escondidos en nuestros corazones.
Dudo mucho que nadie sin estos ingredientes pueda, por conocimientos que tenga, aportar una verdadera solución a la situación actual.
Parafraseando a Einstein "el siglo XXI será espiritual... o no será".
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