martes, 13 de enero de 2009

"Hijos del bienestar"

Por Juanjo Martí. Este post viene de un sentimiento ocurrido en esta mañana de enero, y tras unos días de noticias sobre crisis y movimientos. Creo que incumbe referirse a la "etapa de la responsabilidad" como el momento en que de la sociedad emerge el sentir colectivo de hacernos cargo a modo individual y como humanidad de nuestra conducta y nuestro aporte. La situación es la siguiente: Mercado de la Boquería (para quienes no han visitado Barcelona, lugar ineludible para vivenciar un mercado con todas sus letras alejado del modelo de grandes cadenas), dos jóvenes con aspecto alternativo van con un carrito de compra en cuyo dorso puede leerse el letrero "estudiantes solidarios"; se dirigen a unas campesinas que venden sus verduras en el exterior del mercado (sembradas por ellas mismas y su familia) para solicitar que les den comida "pues la cosa está muy mal". Siguiente escena, un hombre joven, bien vestido se dirige a la parte trasera de un Carrefour a rebuscar entre los deshechos que el centro saca a la basura cuando pasa la fecha de caducidad. ¿Hemos olvidado como sembrar tanto que mucha gente espera a que la comida emerja de la nevera?

Provenir de una familia con raíces agrícolas aporta la inestimable visión de que de la tierra nacen los frutos que nos alimentan, no de supermercados, ni mucho menos de la nevera. Parece que hay una generación acostumbrada, por haberlo vivido prácticamente toda su vida, a que debe ser alimentada porqué tiene derechos; obviamente no nos referimos a toda una generación, pero sí que a veces en este país se ha dado por sentado que tenemos derecho hasta de que la comida nos llegue sin tener que sudarla. Craso error, porque si bien ahora mucha gente puede vivir sin tener excesivos problemas dado que existe superávit de casi todo (aun sin saber por cuanto tiempo), no parece la mejor de las estrategias personales el vivir así como simplemente recolectar del trabajo del resto de gente. Socialmente no puede ser muy responsable, y no me refiero a que el deber del ser humano sea producir, pero sí aportar a la sociedad de una u otra manera.

Anoche en televisión se decía que hay en Francia un colectivo urbano que entra en los supermercados, llena sus carritos y forma un tremendo escándalo hasta que el personal de las cajas no les dejan salir con todo, según parece luego se reparten con gente necesitada los productos de la rapiña... pero no nos engañemos, quienes pagan el roto son el personal trabajador pues la empresa nunca va a asumir costes sin ajustarlos, con lo cual la acción no deja de ser una gamberrada que no reflexiona bien sobre las articulaciones de la sociedad.

Tenemos derecho a tener, puede ser, a tener un pedazo de tierra del que obtener alimento; porque filosofías a parte, por mucho coche o televisión, Ipod que tengamos, somos solamente un ser biológico más sobre la tierra, que nace, crece, a veces se reproduce, y se va al otro barrio. Con la ligera salvedad de que en nuestas vidas nos dedicamos a crear por encima del puro hecho biológico diferentes realidades, construcciones y no pocas destrucciones, que en el mundo animal nos hacen peculiares.

Para no extender la reflexión, les invito a opinar sobre si creen responsable que gente joven vaya pidiendo en vez de aportando.

2 comentarios:

  1. Es cierto que la generación actual de los países occidentales probablemente va a ser la primera en vivir peor que la anterior, pero también es cierto que tiene una actitud comoditicia. Una generación sin ganas de luchar, sin cultura del trabajo,... pero eso sí, con exigencias. El caso que describes Juanjo es bastante habitual. También es cierto en cualquier caso que la generación que actualmente gobierna el mundo lo ha liquidado, y que puede generar apatía entre la juventud, pero sea como sea, el mundo no se cambia ni con apatía ni con exigencias.

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  2. Lamentablemente, y cada vez más, nos vamos acostumbrando a esa dedesnable cultura "del pedir" sin dar nada a cambio, más que estirar la mano para recibir.
    En Latinoamérica, la clase política ha visto el hueco en esta forma de relacionamiento para someter a las clases más vulnerables. Y las empresas, en buena parte, no se han quedado atrás al elegir realizar una mera y básica filantropía (no es el común de los casos, pero aún las hay).
    Quienes sí conocemos el Mercado de la Boquería, entendemos que todos los productos frescos que tenemos allí tienen un origen a veces mucho más complejo de lo que nos podemos imaginar. Pero lo peor es que, quienes perdieron la capacidad creativa e imaginativa, parece que ya no pueden detenerse un instante a pensar cómo es que tenemos lo que tenemos, de dónde viene lo que consumimos y cómo se ha producido eso que en este instante tenemos en nuestras manos.
    Buena iniciativa la de este post, la de invitar a reflexionar, que está haciendo falta.

    Salu2

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