jueves, 18 de diciembre de 2008

Un viaje hacia el corazón

Fuente: El blog de Josep M. Lozano

Éste es el título de un excelente libro de Ascensión Belart. Un título que, en sí mismo, es una invitación. El libro presenta de manera clara y sencilla un itinerario vital de autoconocimiento, que invita a abrir horizontes y a mirar más allá; y al mismo tiempo a un mayor enraizamiento. Se puede concluir que no sacia la set que despierta, pero eso, al fin y al cabo, no se lo podemos pedir a un libro: sólo nos lo podemos pedir a nosotros mismos, en la medida en que hacemos el proceso -para decirlo en las palabras de la autora- "del ego al Sí mismo". Proceso poliédrico, de muchas caras, cuya diversidad queda reflejada en el índice del libro.

Se puede pensar que éstas son cuestiones privadas, que no tienen que afectar a la vida de las organizaciones. Si no confundimos "privadas" con "personales", yo pienso exactamente lo contrario. Son cuestiones personales, pero en absoluto irrelevantes para las organizaciones.

Mi intuición es que en las profundidades de nuestra vida organizativa y social se está gestando la ebullición de una energía que todavía no sabemos como emergerá ni como se canalizará, y a la que todavía no atendemos porque no ha salido claramente a la superficie. Pero lo hará. En las entrañas de las organizaciones ronronea un rumor sordo: cada vez hay más personas que no están dispuestas a aceptar que el precio de su desarrollo profesional conlleve la renuncia a encontrarse consigo misma. El hecho de que a menudo la gente se tenga que adaptar para sobrevivir, sumado al hecho de que de estas cosas todavía no sabemos demasiado bien como hablar hace que le demos menos importancia de la que tiene. Pero se nos muestra, por ejemplo, en tantos profesionales que, en un momento determinado, dan un vuelco inesperado -y aparentemente incomprensible- a su carrera profesional. De manera quizás lenta, pero ciertamente imparable, aumenta el número de personas que creen que su vida no tiene que estar condenada a la esquizofrenia de creer que el itinerario "del ego al Sí mismo" sea incompatible con su vida profesional, o se tenga que llevar a cabo como si fuera una actividad más de su tiempo libre.

Las organizaciones no pueden continuar instaladas en la ceguera de creer que pueden aspirar a conseguir el compromiso de sus profesionales olvidándose de la persona que este profesional es. Los profesionales no pueden continuar instalados en la ceguera de creer que no les queda más remedio que ofrecer todo tipo de sacrificios personales en el altar de su carrera profesional, postponiendo para no se sabe cuándo el reencuentro consigo mismo. Quizás cuando lo intenten, si antes no se han visto obligados a renunciar a ello, se encontrarán con que su vida no es más que una carcasa donde sólo resuena -con mucha fuerza, eso sí- el eco de la su propia voz.

Esto planteará en el futuro inmediato muchos retos a las organizaciones, estoy convencido de ello. Pero también a las escuelas de negocios, que tendremos que empezar a cuestionarnos hasta qué punto, además de formar directivos, formamos simultáneamente también grandes egos; e incluso grandes egòlatres, que a veces llevan a la gente a un viaje al corazón pero -para decirlo con el título de un libro memorable- al corazón de las tinieblas.

No quiero ser maniqueo, y creo que no lo soy; pero me parece que en estas líneas no he podido evitar parecerlo. Sin embargo, no me retracto. Porque estoy convencido que esta demanda de las personas -en tanto que profesionales- de una mayor integración y de una mayor integridad, también a través de su vida profesional, será cada vez mayor: cada vez hay más gente que no querrá vivir para siempre encerrada en el círculo dorado del binomio trabajo-consumo.

A veces me preguntan qué vendrá después del RSE. ¡Como si ya estuviera superada! Pero lo que sí que creo es que en el futuro inmediato la RSE tendrá que acoger y escuchar un nuevo registro: el deseo de vivir la vida profesional de manera personalmente más integrada, y de vivr profesionalmente con más integridad.

Una vida profesional, en definitiva, que no sea el principal obstáculo para realizar un viaje hacia el corazón.

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