El cocinero del conejo con habas. Cuento escrito a cuatro manos

. sábado, 27 de diciembre de 2008

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Por Cristina Almirall y Víctor Sastre. En un Reino movido por las vanidades, el dinero y las inversiones públicas y privadas, vivía un hacendoso cocinero, que tenía una preciosa cocina de cerámica catalana en la que se preparaba el mejor conejo con habas que se conocía. Nuestro cocinero, había sido nominado hacia unos años por el Gobernador del Reino como el Cocinero Oficial de las Cuentas Públicas del Reino, y tenía como menester, dedicarse a realizar inversiones seguras con las propinas de su clientela para así garantizarles un buen futuro para su jubilación. Hasta entonces no le iba nada mal y sus comensales le tenían gran confianza.

Como era buen amigo de otra gente bien reconocida del mundo de la cocina que se dedicaban también a inversiones, y tenía cierto prestigio internacional, un buen día supo que había en Estados Unidos un cocinero muy respetado y amable, Bernie para los amigos, al que le encantaba jugar al golf, que sabía multiplicar a diez platos las recetas de cinco platos. Se contaba que ninguna receta se le resistía, puesto que tenía en su haber la tan deseada Olla de San Martín. De hecho, Bernie tenía mucho renombre puesto que era quien hacía unos años había encontrado la olla de San Martín.

A pesar de lo sorprendente, era sabido que la Olla de San Martín existía ya que el Supervisor de las Cuentas de Estados Unidos lo había certificado así. Y también que multitudes ya sacaban provecho de ella.

Se cuenta que cuando se descubrió la Olla se armó un gran revuelo en todas las cocinas internacionales, ya que se creía hasta entonces que era una leyenda. Así se lo había transmitido todo cocinero y toda cocinera de generación en generación, de ascendencia a descendencia en una genealogía casi sin fin.

Incluso de esta leyenda se había acuñado un refrán muy conocido que decía "nadie da duros a cuatro pesetas". Refrán que hacía algún tiempo había decidido desoír cualquier profesional de la cocina del mundo. También nuestro avispado cocinero que iba a proponerle a Bernie un negocio redondo. Se ayudaría de su amigo el del Restaurante "la Estrella Miró" y de esta "olla mágica" para multiplicar su conocido "conejo con habas". E iría, eso sí, con cuidado de que nadie se entrerara , porque en el Reino estaba terminantemente prohibido utilizar las propinas de la clientela en inversiones que no fueran seguras. Y esta inversión objetivamente no lo era. Almenos era difícil de defender que poniendo ingredientes en una olla para una receta de cinco personas acabaran por salir diez platos.

Pero, ¿qué podía ocurrir? Al final el dinero de las propinas estaría fuera de su sitio sólo el tiempo justo y necesario. Sólo hasta conseguir la multiplicación perfecta. Luego se encargaría de devolver hasta el último centavo a la caja de propinas. Todo el mundo saldía ganando: él conseguiría sacar más rendimiento a su receta y por ende sacar más margen de beneficio para su negocio, a la vez que garantizaría una mejor jubilación para todos. Voilà!

Pero amigos y amigas, esta Olla era demasiado tentadora para resistirse.
Y así fue como acabó por pedirle a su amigo el del Restaurante "La Estrella Miró" que quedaran para jugar al golf con Bernie. Y así fue que se encontraron los tres y que decidieron bola a bola y par a par, que para multiplicar la receta del conejo con habas, nuestro apreciado cocinero, comprara y trajera a la "olla mágica" los ingredientes para cinco platos. Y después esperara a que a fuego lento salieran diez platos. Todo estaba medido: con el beneficio que sacara de servir a diez comensales, devolvería las propinas de su clientela a la caja de propinas e invertiría la parte sobrante para comprar más ingredientes, concinarlos con la olla mágica, y seguir teniendo más y más beneficios. Y así hasta el infinito.

De este modo y a pesar de saber que de una olla con una cantidad de ingredientes para cinco platos sólo podían comer cinco y no diez, nuestro querido amigo, se hizo íntimo amigo de Bernie.

Lo que no sabía nadie es que aunque se certificaba que la Olla de San Martín existía, y que los ingredientes del conejo con habas se iban a poner en la olla, para multiplicarlos, en verdad, no existiría multiplicación alguna. Lo que el inteligente cocinero de la Olla de San Martín no decía a nadie, es que cuando pusiera los ingredientes del cocinero del conejo con habas en la olla mágica, también pondría los ingredientes de otros y otras cocineras. Ah! Así normal que de cinco posibles platos aparecieran diez platos al final ¡Abracadabra¡

Así fue que se fue la historia. Pero un día sucedió que hubo una tempestad que lo inundó todo, e hizo que los animales se resguardaran y que las frutas y verduras se estropearan casi todas. Fue una época complicada para profesionales de la cocina del mundo entero que en ese momento decidieron que ya no podían poner las cantidades que acostumbraban a poner antes en la Olla de San Martín para multiplicar sus recetas y que pondrían menos. Y entonces se conoció el truco.

Pobre cocinero nuestro, que se quedó sin su nuevo amigo Bernie.

Pobres comensales que no sabían que cuando nuestro cocinero del conejo con habas dejara el restaurante, acabarían con suerte comiendo piñones debajo de un pino en una montaña.

Qué sorpresa para toda la gente del mundo de la cocina, que no se pueda multiplicar la comida como hizo Jesucristo con los panes y recibir diez platos si sólo se ponen ingredientes para cinco platos.

Qué suerte la nuestra que conocemos sólo el conejo con habas de nuestra abuela.


Moraleja: ¿Con Cocineros Oficiales de las Cuentas Públicas del Reino que tienen amigos como Bernie quien aspira a tener jubilación?

Consejos y trucos gastronómicos:
Donde hay ingredientes para 5 platos salen cinco platos. Si salen 10 platos es raro, raro, raro...
Es mejor saber qué se cuece y cómo se enriquece en las cocinas del Reino

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