Por Mª Teresa D. Lorenzo*. El concepto de igualdad entre mujeres y hombres es muy amplio y lleno de aristas. Podríamos hacer, incluso, una clasificación atendiendo a su especial importancia o prioridad.
Dentro de este imaginario ranking la búsqueda de la igualdad en el uso del lenguaje quedaría, posiblemente, relegada a las últimas posiciones.
En efecto, hay otros muchos temas considerados como más urgentes y prioritarios: igualdad en el ámbito laboral, en la corresponsabilidad doméstica, en el desarrollo de la carrera profesional dentro de las empresas, en el respeto a la vida y la integridad física,…
Sin embargo, aún cuando la igualdad en el uso del lenguaje pueda parecer una reivindicación de orden menor, es necesario entenderla con cierta amplitud de miras. Más allá del recurso fácil a caer en estridencias, dogmatismos y exageraciones. (El debate no debe perderse si debe decirse “jovenas”,“lideresas” o "miembras").
Este tema debemos entenderlo como la punta del iceberg respecto de la situación actual de la mujer; y si este ruido sirve para agitar el árbol, bienvenido sea.
No olvidemos, por ejemplo, que Tenerife está más cerca geográficamente de Mauritania que de Barcelona; pero esa cercanía física no impide que allí las niñas sigan sufriendo ablaciones genitales o se las intercambie por un puñado de cabras.
Lo importante es ir avanzando en un mayor protagonismo de las mujeres sin olvidarnos de cual es la situación en el furgón de cola.
Hacer un correcto uso del lenguaje no debe plantearse como una moda, sino como un juego intelectual que nos incite a buscar un mayor equilibrio en el uso del lenguaje.
Poco a poco vamos a ir dándonos cuenta que por inercia, por rutina nos hemos olvidado, casi siempre, de nombrar en femenino. Y con ello invisibilizar a la mitad de la población.
Ese compromiso con un uso más igualitario del lenguaje puede parecer “un exceso” propio de fundamentalistas viscerales y dogmáticas; pero no lo es.
Quienes ahora lo defienden tienen que sufrir ataques e impertinencias; al igual que hace un par de siglos los soportaron las primeras sufragistas por atreverse a pedir el derecho al voto. Seguramente hoy, aquellos comportamientos, a la mayoría, nos produce rubor y vergüenza ajena.
Ese es el precio que muchas mujeres han asumido por avanzar e ir un paso por delante.
*Directora Canal Concilia.
www.elportaldelaconciliacion.com
teresa@canalconcilia.com
Igualdad en el uso del lenguaje para nombrar mejor
Enviado por
F. Xavier Agulló
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sábado, 14 de junio de 2008
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