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Por F. Xavier Agulló. Con la crisis de 1992, el centro de la villa de Granollers perdió la mitad de visitantes (de 8.000 en 4.000). El año 1995 se constituyó "La asociación de comerciantes, profesionales y empresas de servicios de Granollers Centre" (Gran Centre). Después de más de 12 años, más de 40.000 personas visitan el centro de la ciudad, y por lo tanto han reactivado el pequeño comercio independiente. ¿Qué ha hecho que Gran Centre haya tenido un éxito tanto rotundo que incluso es analizado como caso en los estudios de comercio de las universidades de Manchester y Birmingham? (sobra decir que en el propio país ni se lo conoce ni reconoce prácticamente, como acostumbra a pasar, a nadie es profeta a su tierra).
He tenido recientemente la placentera oportunidad de conocer personalmente en una de las personas que ha liderado el proyecto, Amadeu Barbany. En la época romana un encrucijada de caminos dio origen a la ciudad, como muchas otras ciudades mediterráneas. Ciudad, comercio y cultura han sido siempre aspectos relacionados, y no parece que lo tengan que dejar de ser.
El modelo importado de los EE.UU. y, en menor medida de Francia, de grandes centros comerciales irrumpió hace unas décadas para romper este equilibrio. La masificación del consumo ha conducido a la banalización, a un consumo no meditado y más impulsivo, y a una priorización del factor precio por encima de muchos otros. Ello no ha ayudado demasiado al consumo socialmente responsable.
Ya antes de conocer a Amadeu, la visita por el centro comercial de la ciudad me había resultado una experiencia altamente gratificante. Había elementos como la gran cantidad de calles peatonales, las actividades en la calle y algunos detalles como la existencia de sillas clásicas en la calle que hacían de la experiencia de pasear y comprar por Granollers algo muy diferente.
En la publicidad utilizan mensajes y contenidos estrictamente propios y tradicionales (¡¡nada de Santa Claus!!), organizan cenas donde gente del ramo y personas de colectivos con riesgo de exclusión comparten mesa, o con la campaña 'aquí tienes a un amigo' facilitan que las criaturas puedan ir, como antes, solas por la calle (y si se pierden, en las tiendas se dispone de un espacio de juego, de descanso y se avisa a padres y madres). Con eso intentan que sean de nuevo las personas las que 'ocupen' la ciudad, como en época romana. Y en muchas de las iniciativas no han esperado al burocrático permiso de la municipalidad ... las personas primero, ejerciendo un activismo original y efectivo.
La cultura no es un elemento ajeno en Gran Centre: las conferencias que mensualmente organizan sobre aspectos varios vinculados con la cultura y el autocrecimiento consigue una asistencia media de 350 personas (en mi vida he ido a demasiados actos con más de un centenar de personas ...). También tienen, como aseguran, la 'compañía teatral peor pero mayor de Granollers', donde la gente del comercio local interpreta algo tan tradicional y vinculado al mismo tiempo con el comercio en Cataluña como el Auca del señor Esteve, de Santiago Rusiñol.
Con el tiempo, no sin ganarse por el camino bastantes enemistades, han conseguido aglutinar más de 300 tiendas asociadas. El fomento de la 'coopetencia' es uno de los elementos que seguramente más destacaría del proyecto. Como en el Tercer Sector, los personalismos a menudo también refuerzan la atomización que va en detrimento de la competitividad ante otras formas de comercio.
Son muchos los centros comerciales de ciudades que tienen buenas infraestructuras y calles peatonales, pero Granollers no es sólo un caparazón, es una nuez bien llena. Sin embargo, su éxito no queda exento de seguimientos simbióticos (para no definirlos con otro término): se ha pasado de una única franquicia el año 2000 además de 100 en la actualidad. En todo caso, eso es la lógica económica.
Ahora buscan 'exportar' su ejemplo a toda Cataluña, con la participación en una fundación que han promovido. Entre otros objetivos tienen el conseguir un certificado de 'comercio ciudadano', que premie las buenas prácticas de implicación con el territorio y de creación de riqueza al dar negocio a profesionales de la ciudad, en especial del mundo de los servicios. Todo un ejemplo de cómo activar un territorio socialmente responsable.
Existen en Europa certificados de productos ecológicos e incluso artesanales. Pero es para productos, no para servicios. Parece que la reclamación de un certificado de 'comercio ciudadano' tenga que caer en saco roto, pero yo no apostaría en absoluto a la contra ...
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