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Por F. Xavier Agulló. El Año Internacional de los Idiomas empieza con un dato para pensar: cada quince días deja de hablarse una lengua y en un futuro próximo desaparecerán la mitad de los 6.700 idiomas hablados. Se podría evitar con voluntad política. Además, se calcula que el 96% de las lenguas existentes sólo las habla el 4% de la población mundial. En Canal Solidario podemos leer un interesante artículo sobre ello.
En un 'mundo global' parece que lo 'local' deje de interesar. Una lengua no es sólo un conjunto de simples sonidos guturales, es la imagen de una cultura, una historia, una tradición, en definitiva, de una manera distinta de llamar las cosas.
Dado que mi lengua materna no es ninguna de las 'grandes', me cansa el leer constantemente cómo sólo de inglés, chino o castellano vamos a vivir en el futuro, a menudo con tintes políticos. En Iberoamérica tenemos una riqueza de la que a menudo no se es consciente y, en ocasiones, incluso se menosprecia: la variedad es riqueza, no suciedad. Son quienes precisamente viven en entornos de lenguas mayoritarias quienes tienen que hacer un mayor esfuerzo para el respeto a la diversidad lingüística.
El respeto al plurilingüismo no es sólo responsabilidad de los poderes públicos o la ciudadanía, también lo es de las empresas, forma parte de su responsabilidad cultural. Yo todavía espero que empresas como IKEA, Coca-Cola o Microsoft etiqueten sus productos en mi lengua. Pero en esencia es una cuestión inicial de voluntad política, sin ella todo el resto no vale.
Que triste será un mundo donde sólo haya una forma con la que llamar las cosas. Iberoamérica debería dar ejemplo al mundo en este Año Internacional de los Idiomas.
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