Por Juanjo Martí. El caso expuesto en todos los medios de comunicación no deja lugar a dudas, el sistema económico parece atravesar un período de cambios y en mar agitado siempre hay capitán que quiera salvar el barco. Société Générale descubre que uno de sus trabajadores les ha causado pérdidas por valor de unos 4.900 millones de euros. La sorpresa inicial nos ofrece varios interrogantes.
Ante las sospechas relativas a la dificultad por la cual una sola persona pudiese general tal desfalco, Société Générale hizo oficial que la cifra total que arriesgó el operador fueron 50.000 millones de euros. Mientras la fiscalía investiga los hechos, el segundo banco de Francia se mantiene en su versión sobre que no hubo otras personas implicadas contradiciendo las primeras declaraciones del operador detenido según la cual es una práctica habitual.
La competitividad de la economía genera este tipo de prácticas, profesionales con formación para ganar al máximo, con la motivación lejana de su lado más humano, centrada en números y cálculo de posibilidades. La entidad en cuestión indica carecer de medidas de control para detectar este tipo de operaciones, es decir, explícitamente las consiente por omisión y dado el caso de que no se hubiese dado una crisis de semejantes características, no hubiera actuado de este modo. Podríamos decir que generan monstruos, seres capaces de arruinar a distancia a otras empresas basándose en el sistema de mercado, y eso no les preocupa, si no el hecho de las pérdidas (tema de por si ya evidente y más que justificado).
La reflexión es evidente, ¿qué profesionales formamos para llegar a estas situaciones? Seres mentalizados para ganar a cualquier coste, con conocimiento del sistema e insensibles a las consecuencias que se derivan de este uso de la economía más allá de cifras. Tal vez es momento de introducir variables de desarrollo personal y social en las escuelas de negocios y en las facultades de las llamadas ciencias.
Société Générale invita a la reflexión
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lunes, 28 de enero de 2008
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