Por Oscar Chamat. Cada persona es libre de suicidarse como quiera. A fin de cuentas desde que morimos cada cosa que hacemos es con ese único objetivo, postergar o acelerar el viaje hacía donde nace el sol. Nacemos con la muerte pegada a nuestro destino. Morir es nuestro sello de fábrica, nuestra fecha de caducidad, nuestra garantía.
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Nacemos con el derecho de morirnos como nos dé la gana. Que a lo largo de la vida ese derecho sobre nuestra vida lo compartamos con otros para poder vivir, es otro tema. La familia, tu pareja, tus hijos, tus mascotas, incluso, quienes más arriesgan delegan ese derecho en los bienes materiales, todos ellos son alicientes para postergar lo más posible la inminente muerte. A algunas personas nos gusta tomarnos nuestra dosis de suicidio comiendo comida basura de vez en cuando; otras prefieren meterse una raya de cocaína o inyectarse cualquiera de las drogas disponibles en el mercado; otras se torturan con un pasado lejano que no les permiten disfrutar del presente y mucho menos darse cuenta que a pesar de todo, queda un futuro por delante. Sin embargo creo que quienes se llevan la palma del suicidio personal y colectivo son quienes fuman.
Como creo que queda claro del párrafo anterior creo que morirse no es una opción sino algo inevitable y fuera de eso, y por el bien de la humanidad -como lo sugieren Borges y Kundera- morirse es también una obligación moral. Así que como parte de esta época de muchos derechos personales pero pocos deberes consigo mismo, hemos incluido el derecho a suicidarse como a uno se le de la gana. Sin embargo, creo que incluso cuando la muerte es el objetivo, también existen unas reglas que deben mantenerse. Y aquí es donde viene el argumento central de esta entrada: fumadores y fumadoras, ejerciendo su derecho a suicidarse, están acortando mi vida sin yo haberlo pedido.
Cada cierto tiempo en los medios de comunicación españoles, se agita el derecho del colectivo fumador a ejercer su lento suicidio en los bares y restaurantes. Según lo que manifiestan practicantes de esta variante del suicidio, también tienen derecho a tener lugares donde fumar; según les he entendido reclaman "tolerancia" y "derechos del fumador". Totalmente de acuerdo. ¿Pero no deberían también entender que quienes no fumamos tenemos derecho a respirar un aire sin nicotina? En este sentido aunque pueden sonar radicales estas palabras, no me considero ni siquiera cercano a los extremistas que piden que no se fume ni siquiera en los espacios públicos como los parques, las calles o la playa. Todo en su justa medida. Cuando me refiero a "respirar un aire sin nicotina" estoy pensando en esos espacios semi-públicos como los bares y restaurantes donde debería ser obligatorio prohibir fumar, como ya lo es en países tan similares a España como Italia.
El fumador o la fumadora que se sienta al lado mío a diferencia del alcohólico, que es la comparación más frecuente, con su humo me está convirtiendo en fumador pasivo. El borracho o la borracha, a no ser que sea de la variante kamikaze -quienes ejercen la violencia con cuatro copas en su sangre-, en general no modifican mi esperanza de vida por el hecho de estar cerca mío. En cambio quien fuma, a pesar de la multitud de noticias sobre lo dañino que también resulta para quien fuma de forma pasiva, sí altera la forma en que decidí suicidarme. Por eso, y pido disculpas sinceras a mis amigos y amigas, familiares y gente conocida que fuma, me cuesta ser tolerante y sentirme a gusto cuando entro a un restaurante a disfrutar de un buen plato o una copa de vino, y entre el aroma de la comida se entremezcla el amargo olor (ni siquiera aroma) de la nicotina.
Lo repito, cada persona es libre de suicidarse como quiera. Pero lo único que pido, es que me dejen suicidarme como yo quiera. Dicen que no hay nada más bueno que un cigarrillo después de comer o después de un café. Pero les garantizo que no hay nada más sabroso que salir de un restaurante sin el olor a cigarrillo impregnado en la ropa.
Fumando espero, fumando muero
Enviado por
F. Xavier Agulló
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martes, 20 de noviembre de 2007
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1 Comentarios:
Estimados amigos: Adunto link con la grabación de mi versión libre del Tango Fumando espero, que espero sea de su agrado. Si asi fuere autorizo su reproducción total o parcial, sin cargo alguno consignando mi autoría de la letra e interpretación. Me acompaña en guitarra Catalo Rodríguez, ex guitarrista de Alberto Echagüe.
Cordialmente Eduardo Antúnez
eduantunez33@gmail.com
http://www.youtube.com/watch?v=FL1v89-pGPg
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