Por Martín R. Santos. Hace tan sólo una semana, el World Council for Corporate Governance (WCFCG) entregó en Londres el premio Golden Peacock Award a algunas empresas por sus memorias de sostenibilidad. Reconoció así "la transparencia, la consideración de los grupos de interés y la adecuación a los estándares internacionales en los que se basa el informe de sostenibilidad" de algunas compañías, entre las cuales se encontraba Vodafone.
Si bien tengo que aclarar que la misma no tiene actividad directa en Argentina ni en Sudamérica, es bien cierto que las campañas de comunicación nos llegan. Y entre tanta publicidad en la Fórmula 1 y tantas gacetillas de prensa, Vodafone ha logrado hasta tener una buena imagen incluso entre quienes, en apariencia, no estamos entre sus stakeholders.
Y espero que hayan notado que eso ocurre sólo en apariencia, pues ese es en definitiva el objeto de esta entrada: contarles que a través de una empresa proveedora de Vodafone (que sí tiene actividades en Argentina), muchas personas trabajan como telemarketers prestando el servicio de atención telefónica a clientela de esta multinacional en España, quienes -por supuesto- no saben con quién están hablando cuando llaman solicitando ayuda.
El tema es que esas personas son ni más ni menos que referentes de los programas de satisfacción de la clientela de Vodafone. Y no importa si deben estar o no (¿o sí importa?) entre los grupos de interés de la empresa. Importa que no están para nada felices con su empleo. Se someten a la incomodidad del horario, a un ambiente laboral de maltrato, al estresante y omnipresente control y al abandono por parte de la empresa que les paga el salario, que es de ochocientos pesos o poco más de doscientos euros, por mes.
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Si bien tengo que aclarar que la misma no tiene actividad directa en Argentina ni en Sudamérica, es bien cierto que las campañas de comunicación nos llegan. Y entre tanta publicidad en la Fórmula 1 y tantas gacetillas de prensa, Vodafone ha logrado hasta tener una buena imagen incluso entre quienes, en apariencia, no estamos entre sus stakeholders.
Y espero que hayan notado que eso ocurre sólo en apariencia, pues ese es en definitiva el objeto de esta entrada: contarles que a través de una empresa proveedora de Vodafone (que sí tiene actividades en Argentina), muchas personas trabajan como telemarketers prestando el servicio de atención telefónica a clientela de esta multinacional en España, quienes -por supuesto- no saben con quién están hablando cuando llaman solicitando ayuda.
El tema es que esas personas son ni más ni menos que referentes de los programas de satisfacción de la clientela de Vodafone. Y no importa si deben estar o no (¿o sí importa?) entre los grupos de interés de la empresa. Importa que no están para nada felices con su empleo. Se someten a la incomodidad del horario, a un ambiente laboral de maltrato, al estresante y omnipresente control y al abandono por parte de la empresa que les paga el salario, que es de ochocientos pesos o poco más de doscientos euros, por mes.
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