Por F. Xavier Agulló. Los tiempos en que acostumbraba a salir de marcha por Madrid, no me habían puesto una copa en la mano que ya tenía una y hasta dos más haciendo cola para ser bebidas, y nunca sabía exactamente quién me invitaba. Pero claro está, eso es una noche puntual de arrebato. Cuándo sales a cenar con alguna amistad o colega profesional siempre llega el momento de pagar, y por lo tanto el dilema de ¿invito yo, invita la otra parte o hacemos aquello tanto 'feo' de pagarlo a medias? Pero claro está, eso es una comida con una persona conocida y que seguramente se repetirá, hoy por mi y mañana para ti. Cuando vamos de viaje en grupo, se acostumbra a hacer una bolsa común, con el fin de pagar con ella los gastos comunes. Así se van haciendo aportaciones, que siempre superan lógicamente las previsiones. Al final sin embargo, eso aporta seguridad porque todo el mundo sabe que paga poco más o menos lo mismo. Pero claro está, no deja de ser situaciones vividas con amistades, y de forma muy puntual.
¿Pero bien, y qué pasa cuando la 'bolsa' que nos tenemos que repartir son los impuestos que se pagan en un Estado?
0 Comentarios:
Publicar un comentario