REDIFUSIÓN POSTEO ANTERIOR CON MOTIVO DEL 15 MARZO. "DÍA MUNDIAL DE LOS DERECHOS DE LOS CONSUMIDORES"
Por F. Xavier Agulló. Uno de los rubros que hemos ido introduciendo durante estos últimos meses es el del consumo socialmente responsable (CSR) o simplemente consumo responsable. Podemos entender por consumo responsable el fenómeno por el cuál los consumidores y consumidoras introducen criterios responsables en sus compras, más allá de los habituales calidad, servicio y, especialmente, precio.
Es decir, sin ánimo de complicar las cosas se trata de tener en cuenta criterios ético-morales, sociales, ecológicos, solidarios,... Vemos pues de entrada en eso una primera consideración: comercio justo o consumo solidario no es igual a consumo responsable. Éste los incluye y va mucho más allá. Tampoco podemos incluir, académicamente hablando, el "no consumo" o la acción de no consumir como acto de protesta contra la "sociedad consumista" (sic), y hablaba de ello en un post anterior (El sinsentido del 24-N, Día Sin Compras). Es decir, convertirnos todos y todas en activistas en pro del cambio a través de la principal herramienta disponible para orientar la actuación del mundo empresarial: el acto de la compra. Comprar compraremos igual, por lo tanto, como mínimo hagámoslo con cierto ánimo crítico.
Ahora bien, es cierto que dicha actividad crítica requiere de un cierto ánimo inquisitorial, de escrutinio público, de atención a las prácticas de las empresas a través de lo leído en medios de comunicación, de filtrar la información recibida por nuestros propios coladores con filtros de más o menos micras. En definitiva, de aplicar una cierta sistemática o inteligencia en el acto de consumir. Es por ello que me gustaría bautizar un término que huya de la concepción quizás poco elocuente y demasiado asociada a lo sólo solidario: el consumo inteligente. Debo esta aportación a Paula Zarazaga de Zaragoza (España), que me argüía que:
Por lo tanto, desde ahora, si les parece hablaremos de consumo inteligente en vez o en paralelo a consumo responsable. De hecho, precisamente son esas diferentes motivaciones individuales que deben marcar nuestra pauta de actuación. Somos libres para elegir cuál seguir de las siguientes:
Por F. Xavier Agulló. Uno de los rubros que hemos ido introduciendo durante estos últimos meses es el del consumo socialmente responsable (CSR) o simplemente consumo responsable. Podemos entender por consumo responsable el fenómeno por el cuál los consumidores y consumidoras introducen criterios responsables en sus compras, más allá de los habituales calidad, servicio y, especialmente, precio.
Es decir, sin ánimo de complicar las cosas se trata de tener en cuenta criterios ético-morales, sociales, ecológicos, solidarios,... Vemos pues de entrada en eso una primera consideración: comercio justo o consumo solidario no es igual a consumo responsable. Éste los incluye y va mucho más allá. Tampoco podemos incluir, académicamente hablando, el "no consumo" o la acción de no consumir como acto de protesta contra la "sociedad consumista" (sic), y hablaba de ello en un post anterior (El sinsentido del 24-N, Día Sin Compras). Es decir, convertirnos todos y todas en activistas en pro del cambio a través de la principal herramienta disponible para orientar la actuación del mundo empresarial: el acto de la compra. Comprar compraremos igual, por lo tanto, como mínimo hagámoslo con cierto ánimo crítico.
Ahora bien, es cierto que dicha actividad crítica requiere de un cierto ánimo inquisitorial, de escrutinio público, de atención a las prácticas de las empresas a través de lo leído en medios de comunicación, de filtrar la información recibida por nuestros propios coladores con filtros de más o menos micras. En definitiva, de aplicar una cierta sistemática o inteligencia en el acto de consumir. Es por ello que me gustaría bautizar un término que huya de la concepción quizás poco elocuente y demasiado asociada a lo sólo solidario: el consumo inteligente. Debo esta aportación a Paula Zarazaga de Zaragoza (España), que me argüía que:
"Todo el mundo está acostumbrado a que le llamen irresponsable y a quedarse tal cuál de cómodo, mientras que si le llaman NO inteligente eso ya igual molesta más..."Molesta más y motiva más. Y es cierto que se hace necesaria esa predisposición a buscar información, a introducir una visión crítica y personal. El consumo inteligente parte de una visión individual de las necesidades del mundo, y siendo conscientes de ello actuar en función de las alternativas de consumo que más se orientan a satisfacerlas.
Por lo tanto, desde ahora, si les parece hablaremos de consumo inteligente en vez o en paralelo a consumo responsable. De hecho, precisamente son esas diferentes motivaciones individuales que deben marcar nuestra pauta de actuación. Somos libres para elegir cuál seguir de las siguientes:
- Consumo ético. Un consumo crítico es aquel que se pregunta por las condiciones sociales y ecológicas en las que ha sido elaborado un producto o producido un servicio. Es una actitud diaria que consiste en elegir de manera meticulosa lo que compramos sobre la base de dos criterios: cómo se ha producido el producto o servicio, y cuál es el comportamiento de la empresa productora o "servuctora". Implica pues ser crítico, exigir información o buscarla, reducir, reutilizar o reciclar en mayor medida y ser respetuoso con la sociedad, las personas y las culturas
- Consumo solidario. El consumo solidario por su parte tendría dos líneas de acción: el comercio justo y la producción artesanal o local. Es pues un criterio esencialmente de origen geográfico, donde se introducen criterios positivos a un origen de países en desarrollo o del entorno en el que vivimos, pero tiene también en cuenta las condiciones bajo las que se han producido los productos (para aquellas mentes calenturientas, que las conozco porque me lo han preguntado varias veces, NO podemos considerar en absoluto responsable el boicot a productos de un determinado origen, como algunos grupos predican contra productos catalanes en España o españoles en Latinoamérica. Más bien deberían positivizarlo y priorizar la compra de productos de su entorno local o regional)
- Consumo ecológico. Finalmente, el consumo ecológico tiene pues en cuenta los criterios ambientales, en especial en productos de alimentación (pesticidas, origen semillas, equilibrio con entorno, alimentos no transgénicos, eco-etiquetas, etc.), y en general en aquello relacionado con la gestión de los recursos hídricos, las energías renovables, el transporte sostenible y la gestión de residuos y el reciclaje
Ante una época del año tan consumista, deberíamos de plantearnos de buscar nuestros criterios o, mejor aún, nuestro primer criterio en importancia y aplicarlo a la compra de uno o dos productos, regalos o demás. Sólo uno, ¿no es difícil verdad?
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