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Por F. Xavier Agulló. La ecología industrial forma parte del cada vez más próximo argot medioambiental a la empresa (pese al nombre, ya sea industrial o de servicios). Tiene una parte legislativa, pues una parte es o será regulado en muchos países, pero por otro lado es posible ir más allá de la ley haciendo que un coste se convierta en una inversión y finos en un beneficio concreto, de aquellos que gustan al mundo empresarial. Ojalá todos los ámbitos de la RSC fueran tan fáciles de hacer entender como este.
Los ciclos industriales históricamente se han basado en una óptica lineal, dónde las empresas se proveen inicialmente de l’entorno medioambiental y al final de la cadena expulsan los residuos. La ecología industrial en cambio... introduce un contexto circular, donde los residuos o emisiones de unas empresas son materias primas o energías para otras, independientemente de la actividad que hagan las empresas, y normalmente bajo unas condiciones de proximidad geográfica.
Las leyes de responsabilidad ambiental que entrarán en vigor en algunos países en los próximos años introducen obligaciones de pagar por contaminar, pero a su vez también ofrecen oportunidades a las empresas. La ecología industrial es precisamente la gran oportunidad para las empresas ante las futuras leyes, creando una simbiosis entre procesos productivos y entre éstos y el entorno. Un ejemplo lo encontramos en la ciudad danesa de Kalundborg, dónde barros, vapores, agua, azufre y toda clase de residuos se valorizan entrando como insumos en otros procesos productivos. Sólo este proyecto genera un ahorro en emisiones de 175.000 Tn de CO2 anuales, que si debieran ser compensadas haría falta que se plantaran aproximadamente 1.750.000 árboles cada año.
Por lo tanto, es como un retorno a la economía del trueque, donde lo que no quiere una parte es valorado por la otra, con beneficios económicos evidentes para las empresas y, sin duda, para el entorno.
Cumplir pues la ley parece que puede ser un costo añadido, y acaso lo sea, pero ir más allá de la ley con la ecología industrial puede generar beneficios económicos seguros. A pesar de ello el desarrollar la ecología industrial no está en manos de empresas individuales, ni tan solo las grandes, pues es necesaria la implicación de todos los agentes de un territorio. Es recomendable la creación un ente gestor en el territorio, ya sea a nivel local o supralocal, que pueda diseñar las corrientes de residuos y consumos de la zona y gestione correctamente la confidencialidad necesaria para generar confianza.
Con todo pues, la inversión no debe ser sólo privada, pues los beneficios tampoco lo son, y también las administraciones públicas deben implicarse pues existen amplios beneficios públicos en juego. Y tampoco las PYMES están fuera de esta oportunidad: la cooperación empresarial es la llave para todas ellas. Pueden por ejemplo invertir conjuntamente en un sistema de generación de energía eléctrica o térmica por placas fotovoltaicas, o invertir en una caldera que se alimente de desechos del entorno (biomasa o biogás), lo cuál puede llegar a ser un 50% más económico que con energías no renovables.
La ecología industrial a la práctica, la cooperación en pro del medio ambiente y... del beneficio empresarial. Es decir, no es justo es decir que por ser una PYME no se puede ir más allá de la ley, sino todo lo contrario, aparecen más posibilidades de cooperación. Como aquellas abejitas que yendo de flor en flor van polinizando otras flores generando ciclos ambientales virtuosos. La ecología industrial es un ciclo de polinización.
AGRADECIMIENTOS: Debo buena parte del aprendizaje sobre ecología industrial a François Guisan de ADS Development, Xavier Martí del proyecto ECOSIND y a Quim Cooper de JQN.
El ahorro de costes con la Ecología Industrial
Enviado por
F. Xavier Agulló
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martes, 28 de noviembre de 2006
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